¡Equipo Murcia! |
Primera prueba: ¡Ave César!
Tiempo noctámbulo.
Estaba sentada en un muro de
piedra exterior, con todo perfectamente desordenado: hiedra y madreselva trepando
por la piedra de olvidada apariencia, estanques vibrantes al son del junco…
La noche calma con silencio los
gritos del mundo; luego nos abruma con quietud atronadora. La esencia del
jardín inglés es el caos que sume en calma nuestro ser; como la noche. Como
madreselva que atenúa la ira.
Dos de sus flores descansaban en
mis manos, el frío me erizaba la nuca. Estaba dando una apariencia extraña:
rizos rojos recogidos, un vestido antiguo en seda… La gente mutila el mundo, el
tiempo corre hacia el desastre.
– ¡Preciosa, ven con nosotros! ¡¿Te llevamos a la fiesta?!
– dos chicos lejanos disfrazados de romanos chillaban. Crispé los nudillos en
odio mudo. Aquel tiempo no era para mí… Suspirando, me comí ambas flores antes
de irme.
La violencia no está hecha para
una señorita.
Segunda prueba: Llorando como una magdalena.
Mente insana, cuerpo perdido.
“¡Anochece! He vuelto a llegar a casa, a esperarte allí… Me
han dicho que tu vuelo ha llegado; sin ti.” – canturrea tenuemente, descalza,
por el sendero de piedra.
La realidad golpea a la muchacha olvidada de sí misma que se
deja hacer por su mente y que agita su falda violeta contenta, con una sonrisa desencajada,
sonrisa de certeza de quien se sabe completamente desgraciada. Ahora es leve y
flota, como cada semana.
Sonrisa deformada, se siente afortunada y no siente el rostro,
cuajado de lágrimas. “Solo es lluvia...” – se recuerda. Agua salada.
Las puertas de hierro franquean la entrada, hacen de su paso
rápido y macabro una bailarina diminuta que se desliza entre losas, humedad y
el silencio de aquellos que se saben comidos, para siempre.
Por el tiempo.
– Buenas noches, mi
amor. ¿Cómo estás hoy? ¿Has dormido bien? No lo dudo, veo que te has acordado
de nuestro aniversario, a las ocho… –se sienta en el mármol frío, alisa su
falda. Trae en las manos una magdalena con una vela; dura. Pasada. La llama
tenue proyecta sombras, marca los surcos de sus uñas en la piedra. De cada
jueves. – ¡Sopla, cariño!
Como cada semana.
Tercera y última prueba: ¡Invasión!
Gone by the time
La mano del rey cruzó su cara haciéndola dar vueltas con un
sonido metálico, haciendo fluir por las rendijas de la caja que hacía las veces
de torso el aceite oscuro, grasiento. La voz con los gallos propios del cambio
de edad temblaba, cargada de incomprensión e ira; esta vez, no tenía las cosas
como quería.– ¡¿Acaso no entendéis la gravedad del asunto, alelado?! ¡La corte de Riverguron no contempla… –unas
manos contuvieron por la capa y el jubón al recién nombrado rey, pajizo,
escuálido y con la cara llena de pecas–…una afrenta semejante! Decirle a un rey
que no puede volver a…
–Majestad, este… ¿Cyborg? –dijo el lacayo real, mirando al
joven de bata blanca, pelo recogido que portaba un extraño aparato
luminiscente, que no podía creerse lo que tenía delante.– Este… hombre metálico
no dispone de razón y elocuencia como vuestra…
–¡Quiero volver a casa! ¡¡Ahora!! –pataleaba, “Esto ya es el colmo…”, pensó la
muchacha de rubios cabellos, colmillos y vestido aterciopelado, botella en mano
y con ciertas señales de embriaguez; pero mantenía la calma sin terminar de
creer que estuviesen en el año 2015. El lacayo la miró.– Deberíais dejar de
beber.
–Mi madre vivió ochenta años.
–¿Borracha?
–Sin meterse en vidas ajenas. –Al muchacho responsable de
aquello, quien había traído accidentalmente al robot y a aquel grupo del pasado
se le escapó una risilla. Levantó la mirada y hablo.– Tranquilícense, encontraremos el modo de
devolverlos a todos a su tiempo.
Pero, ¿cuándo…?
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