Microrrelatos


¡Equipo Murcia!
 La competición está destinada fundamentalmente a dos elementos: el primero es la difusión de la nueva red social literaria que proponen de forma gamificada destinada a la organizción del trabajo a la hora de escribir como una herramienta útil y profesional, y que podéis ver haciendo click aquí; de este modo resulta más ameno, competitivo -en el buen sentido- y un impulso de creatividad -¿A quién no le gustan los logros y conseguir insignias y esas cosas?-. El segundo elemento al que está destinado es a todos aquellos que formarán -formaremos, espero- parte de la red; con los requisitos se ha tratado de estimular nuestra creatividad e ingenio, el empeño y la constancia, que es en conjunto la base que todos los que aspiramos a escribir de forma seria necesitamos y que a veces... Tanto cuesta. En la red que proponen se impartirán cursillos también, y se hará difusión de contenido literario para todos los interesados. Sin más os dejo a continuación los tres microrrelatos que envié con sus respectivos requisitos.

Primera prueba: ¡Ave César!
  • Debe tener una extensión máxima de 150 palabras incluyendo el título.
  • Deben aparecer romanos (protagonistas, secundarios, extras o de manera circunstancial).
  • Debe estar escrito en primera persona.
  • El o los protagonistas deben estar comiendo.

Tiempo noctámbulo.


 Estaba sentada en un muro de piedra exterior, con todo perfectamente desordenado: hiedra y madreselva trepando por la piedra de olvidada apariencia, estanques vibrantes al son del junco…
 La noche calma con silencio los gritos del mundo; luego nos abruma con quietud atronadora. La esencia del jardín inglés es el caos que sume en calma nuestro ser; como la noche. Como madreselva que atenúa la ira.
 Dos de sus flores descansaban en mis manos, el frío me erizaba la nuca. Estaba dando una apariencia extraña: rizos rojos recogidos, un vestido antiguo en seda… La gente mutila el mundo, el tiempo corre hacia el desastre.
 – ¡Preciosa, ven con nosotros! ¡¿Te llevamos a la fiesta?! – dos chicos lejanos disfrazados de romanos chillaban. Crispé los nudillos en odio mudo. Aquel tiempo no era para mí… Suspirando, me comí ambas flores antes de irme.
 La violencia no está hecha para una señorita.


Segunda prueba: Llorando como una magdalena.
  • Debe tener una extensión máxima de 200 palabras incluyendo el título.
  • Deben ser de género romántico.
  • Debe aparecer una magdalena con una vela.
  • Un personaje tiene que estar llorando.
 Mente insana, cuerpo perdido.


 “¡Anochece! He vuelto a llegar a casa, a esperarte allí… Me han dicho que tu vuelo ha llegado; sin ti.” – canturrea tenuemente, descalza, por el sendero de piedra.

 La realidad golpea a la muchacha olvidada de sí misma que se deja hacer por su mente y que agita su falda violeta contenta, con una sonrisa desencajada, sonrisa de certeza de quien se sabe completamente desgraciada. Ahora es leve y flota, como cada semana.

 Sonrisa deformada, se siente afortunada y no siente el rostro, cuajado de lágrimas. “Solo es lluvia...” – se recuerda. Agua salada.

 Las puertas de hierro franquean la entrada, hacen de su paso rápido y macabro una bailarina diminuta que se desliza entre losas, humedad y el silencio de aquellos que se saben comidos, para siempre.

 Por el tiempo.

 –  Buenas noches, mi amor. ¿Cómo estás hoy? ¿Has dormido bien? No lo dudo, veo que te has acordado de nuestro aniversario, a las ocho… –se sienta en el mármol frío, alisa su falda. Trae en las manos una magdalena con una vela; dura. Pasada. La llama tenue proyecta sombras, marca los surcos de sus uñas en la piedra. De cada jueves. – ¡Sopla, cariño!

 Como cada semana.


Tercera y última prueba: ¡Invasión!
  • Debe tener una extensión máxima de 250 palabras incluyendo el título.
  • Deben ser de género fantástico.
  • Debe aparecer un elemento típico de la ciencia ficción.
  • Tiene que estar narrado en presente.
 Gone by the time

La mano del rey cruzó su cara haciéndola dar vueltas con un sonido metálico, haciendo fluir por las rendijas de la caja que hacía las veces de torso el aceite oscuro, grasiento. La voz con los gallos propios del cambio de edad temblaba, cargada de incomprensión e ira; esta vez, no tenía las cosas como quería.– ¡¿Acaso no entendéis la gravedad del asunto, alelado?!  ¡La corte de Riverguron no contempla… –unas manos contuvieron por la capa y el jubón al recién nombrado rey, pajizo, escuálido y con la cara llena de pecas–…una afrenta semejante! Decirle a un rey que no puede volver a…

–Majestad, este… ¿Cyborg? –dijo el lacayo real, mirando al joven de bata blanca, pelo recogido que portaba un extraño aparato luminiscente, que no podía creerse lo que tenía delante.– Este… hombre metálico no dispone de razón y elocuencia como vuestra…
–¡Quiero volver a casa! ¡¡Ahora!! –pataleaba, “Esto ya es el colmo…”, pensó la muchacha de rubios cabellos, colmillos y vestido aterciopelado, botella en mano y con ciertas señales de embriaguez; pero mantenía la calma sin terminar de creer que estuviesen en el año 2015. El lacayo la miró.– Deberíais dejar de beber.
–Mi madre vivió ochenta años.
–¿Borracha?
–Sin meterse en vidas ajenas. –Al muchacho responsable de aquello, quien había traído accidentalmente al robot y a aquel grupo del pasado se le escapó una risilla. Levantó la mirada y hablo.–  Tranquilícense, encontraremos el modo de devolverlos a todos a su tiempo.
Pero, ¿cuándo…?
 

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